domingo, 22 de abril de 2012

LA JUSTICIA – Segunda Parte

Aunque la primera redacción de los valores morales sobre los que se asienta nuestra sociedad proviene de los "Diez Mandamientos" y se atribuye a Moisés que falleció supuestamente en torno a 1272 A.C. lo cierto es que no se puede asegurar dicha antigüedad. La fecha más antigua que se puede confirmar es en torno a 400 A.C. ya que Platón asegura en dicha fecha que Sócrates conocía de memoria las fábulas de Esopo. Éstas han llegado a nuestros días bajo la recopilación llevada a cabo por La Fontaine en 1668 o Samaniego en 1781.

Son las fábulas una colección de composiciones literarias que intentas transmitir una moraleja de carácter instructivo. Por medio de las mismas se transmitía de generación en generación las virtudes que debían adornar a los hombres. Son sobradamente conocidas las de "La cigarra y la hormiga", donde se hace hincapié en la virtud del ahorro y "El zagal y las ovejas" donde se advierte de los peligros de mentir. A modo de ejemplo, reproducimos una de las más cortas, en la redacción de Samaniego, donde se alerta del peligro de dejarse dominar por las pasiones:

LAS MOSCAS

A un panal de rica miel

Dos mil moscas acudieron,

Que por golosas murieron,

Presas de patas en él.

Otra dentro de un pastel

Enterró su golosina.

Así si bien se examina

Los humanos corazones

Perecen en las prisiones

Del vicio que los domina.


 

En épocas recientes se presupone que todo el mundo asume estos principios y se escriben libros donde se critica a aquellos que los ignoran. Tenemos ejemplos en el Arcipreste de Talavera (El Corbacho), Moliere (El avaro), Shakespeare (El mercader de Venecia) o Fernando de Rojas (La Celestina). Pero, sin duda, quien ha tratado con más profundidad la definición de gran parte de los valores morales individuales ha sido Baltasar Gracián en su obra "El Arte de la Prudencia", escrita en 1647. De ella entresacamos las siguientes sentencias:

  • Debes tener inteligencia y conocimiento. Las dos cualidades para hacerte admirable.
  • Sabiduría y valor juntos te dan grandeza. Porque ambos son inmortales, dan eternidad a quien los tiene.
  • Busca alcanzar la excelencia. No naces hecho, sino que vas perfeccionándote diariamente, en tu vida personal, en tu trabajo, hasta llegar al punto del consumado ser, habiendo adquirido las prendas de sabiduría que te hacen superior.
  • Es bueno que seas hombre desapasionado. Controlar el estado de ánimo es tu prenda mayor como persona.
  • El deseo de reputación debe nacer de la virtud. La fama siempre ha sido hermana de la grandeza.
  • Trata con quien puedas aprender.
  • Convierte siempre el trato amigable con gente que sean escuela de erudición, y cuya conversación sea enseñanza culta.
  • Refina lo que te dio la naturaleza. No hay belleza que no haya sido trabajada, ni virtud que no luzca bárbara sin el brillo de la elaboración. Lo que se pule mejora lo malo y perfecciona lo bueno.
  • La dura realidad, endúlzala con buenas formas. No basta la sustancia, hay que ver la circunstancia. Si no tienes un buen modo de hacer o decir las cosas, todo se te dañará, aun cuando tengas razón y justicia en tus propósitos.
  • Combina el saber con la correcta intención. Juntos aseguran productivos aciertos.
  • Combina siempre sabiduría y esfuerzo. No hay grandeza sin el juego de ambas, pero no tengas ninguna en exceso.
  • Practica el arte de ser dichoso. Reglas hay para conseguir la ventura, y acaso sólo puedan aplicarlas los sabios. Pero al que no lo es, puede ayudarlo el esfuerzo.
  • Evita perder tu reputación. Este es el riesgo de las virtudes. Pocos viven sin algún defecto moral de su naturaleza, y por ello se desesperan, y sin embargo, pueden curarlo con facilidad, si le buscan el lado bueno que siempre tiene.
  • No te dejes dominar por tu imaginación. Tu imaginación se te vuelve una tirana si en vez de conformarse con la fantasía interior, quiere obrar en el sentido que se le ocurre. Entonces puede hacerte la vida fácil o difícil, según el tipo de necedad en que ella se apasione, haciéndote demasiado deprimido o demasiado satisfecho de ti mismo.
  • Aprende a ser buen entendedor. Arte entre las artes fue hace un tiempo el saber razonar. Ya no basta: es menester que sepas usar la intuición, y más cuando quieres librarte de engaños. No llegará a ser un entendido el que no sea intuitivo.
  • Valora más la calidad que la cantidad. No consiste la perfección en la cantidad, sino en la calidad.
  • Nunca caigas en lo vulgar. No te dejes llevar por el gusto. Gran sabio es el que se cuida de preferir lo que prefieren los muchos. Demasiados aplausos de la gente no satisfacen al hombre cuidadoso.
  • Sé hombre de entereza. Trata de estar siempre de parte de lo razonable, con firmeza de propósito, y que ni la pasión baja ni la violencia tirana te obliguen jamás a pasar la raya de la razón.
  • Por ganar fama, no te hagas objeto de burlas.
  • Vive siempre en disposición de dar a los demás.
  • Debes saber abstenerte. Si es gran virtud de la vida saber negarse a los demás, mayor tesoro será saber negarse a sí mismo, tanto en asuntos personales como de negocios. Hay aficiones viciosas que son como polillas que corroen tu precioso tiempo. Ocuparte de lo pernicioso es peor que no hacer nada.
  • Descubre tu principal virtud. Has de saber en qué profesión eres más capaz, y cultivar eso, y usarlo para ayudar a los demás. Cualquiera puede conseguir la prestancia en algo, si descubre que esa es su vocación.
  • Pondera bien las cosas. Y más lo que importa más. Por no hacerse clara idea de las cosas ni pensarlas, se pierden todos los necios.
  • Con bondad y sabiduría, gánate el amor de la gente. Conseguir la admiración del común de la gente, ya es lograr mucho. Pero para alcanzar que te amen, hay que tener una chispa especial hacia el bien, y la sabiduría necesaria para cultivarla.
  • Nunca exageres. Gran logro del hombre cuidadoso es no hablar con superlativos y grandilocuencias, pues se expone ya a faltar a la verdad, ya a deslucir la cordura.
  • Evita la antipatía sin motivos. Solemos aborrecer a algunas personas sin conocer todavía sus virtudes y defectos. Muy mal es que algunos varones inteligentes posean esta vulgar aversión. Que tu cordura logre corregirla, pues aborrecer a los mejores te producirá desprestigio.
  • Sé juicioso y observador. Así dominarás las situaciones, en vez de que ellas te dominen a ti.
  • Nunca te faltes el respeto. Ni pelees contigo mismo a solas.
  • Nunca pierdas la calma. Uno de los dones de la cordura es nunca descomponerte ni perder la calma.
  • Aprende a ser diligente e inteligente. El hombre inteligente ejecuta con rapidez lo que pensó con calma.
  • El hombre ha de saber esperar. Al corazón lo ensancha el sufrimiento. Pero nunca debes apresurarte ni apasionarte.
  • Si no tienes la vocación, busca la experiencia para tus decisiones.
  • En lo que te dediques, busca ser el mejor. Una especialísima cualidad entre todas las virtudes posibles.
  • Aprende a librarte de los pesares. Ahorrarse disgustos es propio de gente sensata. La prudencia evita muchos, y es origen de la felicidad y el contento. Las malas nuevas, trata de no darlas ni recibirlas: ciérrales la puerta, si no vienen con su remedio.
  • Cultiva el gusto por lo relevante. Es resultado de la cultura y la inteligencia. Con él aprendes a dominar el apetito de desear, y después el deleite de poseer.
  • Lo importante es que las cosas te salgan bien. Algunos ponen más atención a la forma hacer las cosas que a lograr lo que se busca. Pero más reconocimiento gana el conseguir lo perseguido que la forma en que se hizo.
  • Ayuda dando tus conocimientos. Es de más importancia enseñarle a otro lo que no sabe que recordarle lo que sabe. Unas veces has de recordarle cosas y en otras enseñarle.
  • No te dejes llevar por el mal humor.
  • No varíes frecuentemente de opinión. El hombre cuidadoso mantiene a la perfección sus mismos juicios, y por eso gana el crédito de sabio. Si algún cambio tiene es basado en sólidas causas y grandes méritos.
  • Apúrate por llegar a la meta, más que por competir. Trabaja por tu propio éxito, más que imitar el ajeno.
  • Nunca llegues al extremo, ni en el mal ni en el bien. "Moderación en todo" dijo un sabio para resumir la sabiduría toda.
  • Luce siempre tu cultura y pulcritud. Nace bárbaro el hombre, pero cultivándose se eleva sobre la bestia. La cultura te hace mejor persona.
  • Da el buen trato en abundancia. Y procura hacerlo con un alto espíritu.
  • Conócete a ti mismo. No podrás nunca dominarte si no te comprendes a ti mismo, en inteligencia y saber, en órdenes y amores.
  • El secreto de vivir mucho es vivir para el bien. Dos cosas acaban pronto con tu vida: la necedad y la ruindad. Unos fracasaron por no saber controlarlas y otros por no querer tenerlas. Así como la virtud es de por sí un premio, el vicio es en sí mismo un castigo. Quien pronto entra en el vicio, muy pronto lo acaba el vicio, y quien desde joven entra en la virtud tendrá una larga vida.
  • Es fundamental pensar todo bien. Todo, todo. Es la primera y más alta regla que debe regir tus palabras y acciones, y pensarlo más mientras más alto sea el cargo que ocupes.
  • Debes atesorar un universo de virtudes. Un hombre con todas las virtudes, vale por muchos.
  • Elije el empleo que más se ajuste a tu vocación. Muchos son los roles a jugar en la sociedad. Los hay que exigen gran conocimiento y habilidad. Unos requieren valentía, otros, suavidad de carácter.
  • Cuando tengas fortuna, prepárate para cuando no la tengas. Aprovecha el cálido verano y prepárate a recibir el duro invierno.
  • Debes saber convivir con quienes te rodean. También con los que te muestran odio. Hay que lograr un entendimiento con los que estamos obligados a convivir.
  • Evita presumir tus méritos. Quien sabe que tiene virtudes no necesita de artificios para mostrarlas.
  • Tan importante es que seas virtuoso como que lo parezcas. Las cosas no se recuerdan por lo que son sino por lo que parecen. Ser virtuoso y saber mostrarlo es ser dos veces virtuoso.
  • No tengas espíritu de contradicción. No lo tengas porque es propio de necios y rabiosos, y la gente sensata siempre estará contra ti. Aunque seas inteligente, al ser permanente contradictor, lo dificultas todo, y no escapas de ser impertinente, aun siendo entendido.
  • Pelea, si es necesario, pero en buena lid y con ética.
  • Que no te atrape el vicio de ser presumido.
  • Sé feliz con lo que te ha dado la vida. Cada uno posee su fortuna. Los tontos poseen con frecuencia la de una larga vida. No hay afán sin consuelo. Los necios tienen en ocasiones el de ser dichosos.
  • Conoce en qué oficio eres estrella, y descubrirás tu estrella. No hay nadie tan poco dotado que no tenga una vocación especial; y si es poco dotado es por no conocerla.
  • Esfuérzate por tener algo a qué aspirar.
  • Es bueno que seas correcto en palabras y obras. Siempre debes hablar a favor del bien y a actuar con honradez.
  • No quieras lo que todos quieren y sé feliz con lo que tienes. Si eres así eres dueño de una muy especial sensatez.
  • Actúa por reflexión y no por obstinación. Toda obsesión produce fricción, y es hija de la pasión, que nunca ha sido buena guía.
  • No tengas la mala voz del difamador. No te ganes la fama de ser un contrafama, que ataca al que es notable. No te hagas conocer a costa de dañar la fama ajena.
  • Primero haz tu trabajo, y después descansa, y no al contrario.
  • Sé siempre hombre respetuoso de la ley.
  • No seas entrometido y no serás ofendido.
  • Haz que se reconozca el peso de tu intachable conducta. Se nota en tu rostro, pero más en tu conducta. El peso hace precioso al oro, y la moral, preciosa a la persona. De todas las virtudes del hombre, ésta es la que causa mayor veneración. La conducta correcta del hombre es el espejo de su alma. El hombre maduro se caracteriza por una sosegada actitud que inspira respeto y autoridad, algo muy distinto al necio que endurece el rostro para fingir seriedad.

La obra de Baltasar Gracián consta de 300 principios y está diseñada como un manual para los futuros dirigentes de la sociedad, por lo que ha sido adaptada y aplicada por distintas escuelas de negocios, lo que no impide que entre sus enseñanzas se encuentren las obligaciones que, supuestamente, debe cumplir un ciudadano.

Actualmente el Derecho Positivo se encuentra recogido en la Constitución (en nuestro caso la española de 1978) en la que se recogen de forma vaga y, a veces, con diferentes posibles interpretaciones los derechos y obligaciones de los ciudadanos. Sigue, lógicamente, las líneas marcadas por las enseñanzas y la experiencia del pasado y los engloba por orden de preferencia en los siguientes títulos:

  1. De los derechos y deberes fundamentales.
  2. De la Corona
  3. De las Cortes Generales.
  4. Del Gobierno y de la Administración.
  5. De las relaciones entre el Gobierno y las Cortes Generales.
  6. Del Poder Judicial.
  7. Economía y Hacienda.
  8. De la Organización Territorial del Estado.
  9. Del Tribunal Constitucional, y
  10. De la reforma constitucional.

Teniendo en cuenta el Título Preliminar y las disposiciones adicionales, transitorias, derogatoria y final ocupa 60 páginas. El título referente a los ciudadanos (de los derechos y deberes fundamentales) contempla la dignidad de la persona y sus derechos conforme a la Declaración Universal de Derechos Humanos, la obtención y pérdida de la nacionalidad y viene a reproducir alguno de los puntos de la citada Declaración Universal. En estas 12 páginas se condensa todo el Derecho Positivo del Estado Español. El resto de las Leyes (Decretos, Decretos-Ley, Leyes, Códigos, Reglamentos y demás disposiciones Administrativas) se limitan a ordenar las relaciones administrativas del Estado con los ciudadanos y a reprimir las conductas que vulneren los derechos reconocidos en la Constitución y posteriormente desarrollados legalmente.

Se ha venido discutiendo si le corresponde al Estado, a los filósofos o a la Religión explicitar no solo los derechos sino también las obligaciones de los ciudadanos en orden a facilitar la convivencia, lo que da lugar a conflictos regionales que no deberían producirse.

Por supuesto que las normas de comportamiento individual parecen estar presentes en la labor del legislador que no duda en castigar el homicidio, el robo o las falsas acusaciones defendiendo la presunción de inocencia. No está tan claro en el caso del cumplimiento de las penas dictadas por los jueces, pero no se cumple de ninguna manera el identificar los intereses comunes que justifican la existencia del Estado y los beneficios que obtienen los ciudadanos por renunciar a su libertad individual, lo que no quiere decir que no los haya. Tampoco se contempla lo que habría de ocurrir en el supuesto caso de que las Instituciones del Estado incumplan sus fines que son el bien común, es decir, el fomento de los intereses que hacen posible la misma existencia del Estado.

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